McKinsey & Company presentó su informe Global Energy Perspective 2025, una actualización integral sobre la evolución del sistema energético mundial, las trayectorias tecnológicas y los escenarios de reducción de emisiones hacia 2050 y más allá.
El documento parte de un dato crítico: las emisiones globales alcanzaron un máximo histórico en 2024, lo que incrementa la distancia entre las tendencias actuales y los compromisos necesarios para limitar el calentamiento global a 1,5 °C. El análisis muestra que, según el escenario, la temperatura podría llegar entre 1,9 °C y 2,7 °C hacia finales de siglo, cifras más elevadas que en ediciones anteriores del informe.
Combustibles fósiles: un rol persistente
Uno de los hallazgos principales del informe es que, incluso con una expansión significativa de las energías renovables, los combustibles fósiles seguirán ocupando una porción considerable de la matriz energética global hasta e incluso después de 2050. El gas natural aparece como un actor en crecimiento dentro de la generación eléctrica y el consumo final, desplazando parcialmente a fuentes más intensivas en carbono. Asimismo, McKinsey advierte que el uso del carbón podría mantenerse en niveles más altos de lo anticipado anteriormente.
Transición más lenta para combustibles alternativos
El informe también señala que, a menos que haya políticas públicas estrictas o mandatos regulatorios, los combustibles alternativos como el hidrógeno limpio no alcanzarán una adopción masiva antes de 2040. La prioridad de muchos mercados sigue centrada en la asequibilidad, lo que dificulta la transformación acelerada del sistema energético.
Un escenario global sin una única ruta
McKinsey enfatiza que no existe una trayectoria universal para la descarbonización. Las condiciones económicas, las estructuras de costos, los recursos energéticos disponibles y los sectores productivos determinan que los distintos países y regiones avanzan a ritmos y con enfoques diferentes.
En el informe, se destacan ejemplos que ilustran esta diversidad: China muestra un avance acelerado en electrificación, mientras que otras economías seguirán rutas propias según su capacidad de inversión, tecnología y seguridad energética. El estudio plantea que el éxito de cualquier transición dependerá de cómo cada mercado equilibre asequibilidad, fiabilidad y sostenibilidad.
Crecimiento sostenido en demanda eléctrica
El informe proyecta un aumento continuo en la demanda de electricidad, impulsado por tres motores clave:
● electrificación de la industria,
● cambios en los edificios y el consumo residencial,
● y expansión de nuevos centros de consumo como los centros de datos.
Las tendencias muestran que la descarbonización del consumo final y la digitalización de sectores tradicionales acelerarán esta demanda durante las próximas décadas.
Renovables, almacenamiento y fuentes firmes: el nuevo eje
Pese a la permanencia de los combustibles fósiles, el informe indica que el crecimiento de la oferta eléctrica será liderado por una combinación de energías renovables variables (como eólica y solar), sistemas de almacenamiento y fuentes firmes con bajas emisiones, como la nuclear, la hidroeléctrica o la geotérmica.
De acuerdo con el escenario central del análisis, entre 61% y 67% de la generación eléctrica global podría provenir de fuentes renovables para 2050, lo que representa un cambio estructural profundo en la composición energética mundial.
Enfoque sistémico para reducir emisiones
McKinsey plantea que intentar eliminar los últimos porcentajes de emisiones exclusivamente desde el sistema eléctrico puede resultar ineficiente y costoso, especialmente si se imponen objetivos sin cambios en los sectores finales. Como alternativa, propone estrategias que distribuyan los esfuerzos de descarbonización entre energía, transporte, industria y otros segmentos, logrando reducciones más efectivas con menor presión sobre la generación.
